No hace tanto, la selección de Bélgica no era lo que es hoy. Ni Hazard, ni Lukaku, ni Carrasco, ni De Bruyne, ni Courtois, ni Alderweireld, por mencionar solo algunos, formaban parte de los Diablos Rojos en ese entonces. Vincent Kompany, hoy capitán, acababa de debutar con el primer equipo y una joven promesa llamada Steven Defour, actual jugador del Burnley, acaparaba todas las miradas en Bélgica.
Su rendimiento en las categorías inferiores, su impacto en sus primeros partidos como profesional, su fichaje por el Standard Lieja y su determinación en el campo, a pesar de su juventud, le convirtieron en uno de los talentos más codiciados del mercado.
Debutó con el Standard, donde consiguió dos títulos de liga belga, trofeo que no lograba el club desde hacía 25 años, además de un par de Copas y una Supercopa. A los 19 años, fue nombrado el mejor jugador de la liga, recibió la Bota de Oro belga y los grandes clubes europeos pusieron su mirada en él.
Cada temporada, la prensa española lo señalaba como la opción “B” para el Real Madrid, mientras que las opciones “A” eran nombres de renombre como Lampard o Gerrard. Sin embargo, con apenas 21 años, Steven Defour sufrió una grave fractura en el pie. Una lesión que cambió su carrera y que hoy, tras años de adversidad, lo lleva a convertirse en el nuevo fichaje del Burnley, aterrizando finalmente en la Premier League.
Sir Alex Ferguson, aún al mando del Manchester United, contactó a Steven Defour. No lo conocía personalmente ni lo había considerado como fichaje, pero apreciaba su prometedor talento.
“Querido Steven, me acaban de informar sobre tu grave lesión durante uno de tus partidos y quiero desearte una pronta recuperación de parte de toda la familia del Manchester United. Estoy seguro de que estarás bastante afectado, preguntándote qué ha ido mal, cuánto tiempo estarás fuera y cuándo volverás a pisar un campo. […] Sabes que es un trabajo duro, pero estoy convencido de que lo lograrás. Voy a seguir de cerca tu progreso y pediré información a tu club sobre tu recuperación para apoyarte en lo que pueda […]. Te deseo mucha suerte, Steven. Confío en que te mantendrás de buen ánimo y listo para recorrer el largo camino hacia la recuperación”.
Steven Defour regresó a los terrenos de juego casi cinco meses después de su lesión, pero ya no era el mismo. Sus mejores momentos habían quedado atrás. Decidió dar un paso hacia adelante, pero quedó atrapado entre lo que pudo haber sido y lo que fue. Su destino fue el Oporto, donde vivió una etapa de luces y sombras durante tres temporadas. La mala relación con parte de la grada, el cuerpo técnico y los pocos minutos que a veces le ofrecían, le empujaron a buscar una salida. Y cuando esa salida fue el Anderlecht, eterno rival del Standard Lieja, la polémica estaba servida.
Defour siempre ha sido un jugador de carácter fuerte, con un punto de locura y extravagancia, un cable a tierra que se corta de vez en cuando, pero cuando lo hace, nadie quiere estar cerca. Un aprendiz de “Bad Boy” con una diestra magistral. Su capacidad para generar y organizar el juego, para canalizar cada balón que le llega y devolverlo en condiciones inmejorables, sumada a un golpeo con la derecha envidiable, lo convirtieron en un líder. Y por eso, cuando volvió al estadio del Standard vistiendo la camiseta del Anderlecht, no era un regreso cualquiera. Antes de su llegada, los hinchas locales desplegaron una pancarta visible para él en su bajada del autobús: “De héroe a nada”.
No era más que el preludio de lo que se avecinaba. Camisetas quemadas y arrojadas a la basura, cánticos hirientes contra el mediocentro y un tifo meticulosamente preparado. En él, un hombre encapuchado sostenía un machete en una mano y, en la otra, la cabeza cortada de Defour, al lado del lema: “Rojo o muerte”.
Defour nunca jugó ese partido, ya que fue apartado antes de siquiera pisar el campo. Se vio completamente superado por la situación, enfurecido por una afición que no le perdonaba su decisión y que abucheaba cada balón que tocaba. Así, a los 30 minutos, recibió su primera tarjeta amarilla. Apenas comenzó la segunda mitad, un jugador del Standard sufrió una lesión y el balón llegó a Defour. Mientras se dirigía al lateral, el árbitro hizo sonar su silbato. Tan cerca estuvo que, desbordado por la situación, Defour decidió “echar el balón fuera” con furia. Le pegó con todas sus fuerzas y el balón impactó con violencia en la grada. La respuesta fue una tarjeta roja y el Standard se impuso sobre un Anderlecht que su propia hinchada había expulsado.
Ahora, con 28 años, Defour tiene finalmente la oportunidad de jugar en la Premier League, el sueño de toda su vida. Lo hará en el Burnley, un modesto club recién ascendido. Tendrá que ocupar el lugar de otro “Bad Boy”, Joey Barton, que se marchó a Glasgow para unirse al Rangers.
El Burnley ha pagado 9 millones de euros por Steven Defour, la cifra más alta en la historia del club. Y hasta ahora, el belga ha demostrado ser lo que siempre fue: un verdadero maestro del balón. En su debut, los Clarets sorprendieron a un Liverpool que venía de ser la sensación en la jornada inaugural. Lo hicieron gracias a una actuación destacada de Defour, que ya se ha ganado el corazón de la afición.
Le llega tarde, pero finalmente le llega. Una segunda madurez que podría revelar la mejor versión de Defour. No todos tienen el honor de recibir una carta de Sir Alex Ferguson.
🗓️ (21/08/2016)

Redacción Premier League
