Con solo 15 años, el mundo entero se peleaba por Charly Musonda. El Chelsea terminó ganando la carrera por su fichaje, pero cuando debía dar el salto definitivo al más alto nivel, una gravísima lesión de rodilla lo dejó tres años sin jugar. Hoy, en marzo de 2025, sigue sin equipo.
El 13 de mayo de 2012, el Kun Agüero marcó uno de los goles más icónicos de su carrera -y de toda la historia de la Premier League-: el famoso tanto del minuto 93:20 ante el QPR, que le dio al Manchester City el título en el último suspiro. En el palco del Etihad, había un espectador de lujo. Charly Musonda Jr., con solo 15 años, presenciaba desde la grada un momento histórico que bien podría haberlo convencido de vestir la camiseta celeste. Pero no lo hizo. Seis días después, Charly volaba al Allianz Arena, invitado por el Chelsea, para ver cómo el conjunto londinense levantaba la Champions League tras doblegar al Bayern Múnich en su propio estadio. Y fue entonces cuando lo tuvo claro: firmaría por el equipo dirigido por Roberto Di Matteo.
Hasta llegar a ese punto, el camino ya había sido largo. Charly, el menor de los hermanos Musonda, se había formado futbolísticamente en el Genk, club en el que su padre -también llamado Charly- entrenaba en aquel entonces. Su progenitor había sido una figura respetada del fútbol belga, con una notable carrera en el Anderlecht, algunos pasos por la Bundesliga y por la liga norteamericana, además de haber defendido la camiseta de la selección de Zambia.
Charly Musonda Jr. era el menor de tres hermanos. Y aunque los otros dos también jugaban bien, era él quien deslumbraba. Lamisha y Tika, los mayores, le habían enseñado los primeros pasos, pero Charly había heredado casi todo el talento de la familia. Los tres se formaron en las categorías inferiores del Anderlecht, beneficiándose no solo del pasado de su padre como futbolista del club, sino también de su inminente rol como asistente del primer equipo tras dejar el Genk.
Cuando Charly cumplió 14 años, comenzaron a lloverle ofertas. Chelsea, Manchester City, Arsenal, Real Madrid y Barcelona se disputaban su fichaje. La familia Musonda inició entonces un tour por Europa, escuchando propuestas y valorando cuál sería el mejor destino. La normativa FIFA impedía traspasar a jugadores menores de 16 años dentro del continente, pero existía una excepción: el traslado era legal si toda la familia se mudaba al país de destino, garantizando así la estabilidad del menor. En la mente de los Musonda estaba la idea romántica de que los tres hermanos jugaran juntos. Serían un pack indivisible.
“He dicho que no a todos los equipos, de momento. Pero lo que nos están ofreciendo ahora mismo es una locura”, admitía el padre de Charly Musonda, quien reconocía haber visitado las instalaciones de La Masía en Barcelona y haber contactado con un ojeador del Real Madrid que le prometió que su hijo tenía todo para ser titular en el conjunto blanco en unos pocos años, si finalmente aceptaban la propuesta.
Según diversos informes de medios ingleses, los clubes españoles ofrecieron cerca de medio millón de euros por el traspaso del joven talento, mientras que las ofertas procedentes de Inglaterra duplicaban esas cifras. Fue finalmente el Chelsea quien se llevó el fichaje, cuando todo apuntaba a que acabaría vistiendo de azul en Manchester. El factor decisivo fue la posibilidad de que Lamisha y Tika, entonces de 18 y 20 años, también se unieran al club londinense. Ambos ingresaron en el equipo reserva del Chelsea, mientras que Charly, a punto de cumplir los 16, se incorporó al juvenil. Era, claramente, una estrategia para hacerse con el pequeño, el verdadero diamante. “Es una mezcla entre Iniesta y Xavi”, llegó a afirmar el entonces entrenador del Anderlecht.
La realidad es que Charly ya había dado sus primeros pasos con la selección de Bélgica U15 y U16, y nada más aterrizar en el Chelsea, debutó con la Sub-17. Sus hermanos, por su parte, hacían lo propio con las categorías U21 y U19. Pero Charly era distinto. Especial. Muy pronto, empezaron a llamarlo ‘el próximo Eden Hazard’.
Su rendimiento en la cantera del Chelsea era simplemente espectacular. Firmaba una actuación brillante tras otra, y tanto con la selección como con el club londinense era un auténtico deleite verle jugar. Con el tiempo, fue adaptando su estilo cada vez más a la banda, donde su velocidad, regate y visión marcaban la diferencia. El Chelsea, consciente del diamante que tenía entre manos, no dudó en blindarlo y mimarlo, para cuando llegara su momento.
Pero ese día no terminaba de llegar. Era 2015, Charly ya tenía 19 años y aún no había tenido su gran puesta de largo. El filial del Chelsea se le quedaba pequeño, demasiado pequeño, pero el contexto no era el ideal para dar el salto al primer equipo. Aquella temporada fue caótica: empezó con José Mourinho en el banquillo y terminó con Guus Hiddink al mando. Un curso para el olvido, en el que el Chelsea llegó a coquetear seriamente con el descenso en algunos tramos.
El clima en el vestuario era tenso, con una sensación generalizada de dejadez dentro de una plantilla que, pese a estar plagada de talento, parecía desgastada. Con figuras como Hazard, Pedro, Oscar o Willian en ataque, las puertas del primer equipo permanecían cerradas para un joven belga que pedía paso a gritos desde la cantera.
Por eso, en enero de 2016, Musonda hizo las maletas y se marchó cedido al Betis. En su debut, deslumbró: fue elegido MVP del partido y dejó destellos del talento que tantos habían prometido. Su primera vuelta en el fútbol profesional no fue mala en absoluto, sobre todo teniendo en cuenta que era su estreno en la élite.
Sin embargo, las expectativas en torno a su figura eran tan altas -alimentadas durante años por quienes lo señalaban como una futura estrella mundial- que para muchos aquella etapa se quedó corta. O, mejor dicho, fue vista como insuficiente. No porque rindiera mal, sino porque no logró confirmar todo el hype que le precedía.
De cara a la temporada siguiente, aunque Musonda era reacio a volver a salir cedido, el Chelsea -ya con Antonio Conte en el banquillo- tenía claro que lo mejor para su desarrollo era un nuevo préstamo. Fue entonces cuando apareció el Celtic de Brendan Rodgers.
El técnico norirlandés no dudó en expresar su entusiasmo públicamente y, en rueda de prensa, aseguró que el club escocés se había adelantado al mismísimo Real Madrid, que pretendía fichar al joven belga en propiedad. Pero el Chelsea no estaba dispuesto a dejarle escapar. Lo seguían considerando un activo valioso, una promesa que aún podía explotar en cualquier momento.
Musonda todavía no sabe por qué, pero su paso por el Celtic se limitó a solo cuatro partidos. Su cesión, que en principio era por año y medio, no llegó siquiera a los cinco meses. Regresó a Londres, donde Antonio Conte le dio por fin la oportunidad de debutar con el primer equipo. Le ofreció minutos, confianza, y el belga respondió: mostró aptitudes, desparpajo y ese brillo especial que siempre se le había atribuido.
Pero la competencia era feroz. El Chelsea seguía repleto de figuras, y no había espacio suficiente para todos. Así que Charly volvió a hacer las maletas, esta vez rumbo al Vitesse, club satélite de los Blues en la Eredivisie. Todo parecía bien encaminado… hasta que, apenas una semana después de llegar, y con la temporada todavía en su fase inicial, la pesadilla comenzó.
Musonda sufrió una gravísima lesión: rotura del ligamento posterior de su rodilla. El diagnóstico fue devastador. Los médicos no se anduvieron con rodeos: “Jamás volverás a jugar al fútbol. Tienes un 20% de posibilidades de hacerlo y, si lo logras, nunca volverás a ser el mismo jugador. Ni parecido”.
Musonda tardó cerca de nueve meses en volver a pisar un campo. Y cuando por fin lo hizo, tras haber disputado apenas tres partidos con el Vitesse -que incluso había accedido a ampliar su cesión un año más-, volvió a romperse. Fundido a negro. Otra vez.
Los médicos fueron tajantes: le aconsejaron dejarlo. Que ya no tenía sentido seguir. Que el fútbol, al menos para él, se había terminado. Pero Charly no quiso rendirse. Se aferró a la esperanza con uñas y dientes y decidió luchar. Contra todo. Contra todos.
Su recuperación fue un calvario. Tardó más de dos años en obtener el alta competitiva. O lo que es lo mismo: pasó prácticamente tres años consecutivos lesionado. Cuando logró volver, tenía 25 años. Esa edad en la que muchos futbolistas tocan techo… y él, simplemente, había estado viendo pasar el tiempo desde la enfermería.
Al finalizar la campaña 2021/22, el Chelsea le comunicó a Musonda que no le renovaría el contrato. El club le invitó a marcharse, pero Charly, decidido a seguir en Londres, pidió quedarse. Incluso ofreció jugar gratis en el equipo U23, con tal de no abandonar el club que había sido su hogar durante tantos años. Pero la respuesta fue clara: su etapa en Stamford Bridge llegaba a su fin.
Musonda se marchó por la puerta de atrás. Aquel club que un día lo había idolatrado, que lo había protegido y promovido como una de sus grandes promesas, ahora le daba la espalda. El fútbol, en su versión más cruda, no perdona.
El Levante le pidió hacer una prueba, y tras unas semanas de incertidumbre, finalmente le firmaron. Musonda llevaba ya cuatro años sin jugar un partido profesional y admitió estar nervioso el día de su redebut. Salió último del autobús, intentando ocultar las lágrimas que no podía contener, avergonzado de que sus nuevos compañeros lo vieran quebrarse.
En Levante, pasó un año, pero las lesiones musculares, dos de ellas graves, le impidieron convertirse en una pieza importante. Los médicos habían tenido razón. Charly no era ni una sombra del prometedor jugador que había sido en su adolescencia. La magia, la chispa que lo había destacado en su juventud, parecía haberse desvanecido para siempre.
Después de someterse a una puesta a punto en Qatar con un preparador físico, Musonda firmó por el Anorthosis de Chipre, donde pasó otro año lleno de luces y sombras. En 2024, quedó libre, sin equipo, y hasta el día de hoy sigue sin encontrar un club.
“Mientras pueda correr, me verán jugando”, dijo, con la determinación de siempre. “No sé si en una primera división, en segunda o en tercera, pero jugaré al fútbol”.
La realidad, sin embargo, es que Musonda lleva casi medio año sin disputar un partido. Está libre, sin equipo. Tiene 28 años, la mejor edad para un futbolista. Pero la rodilla que tantas veces lo traicionó no le permitió ser el jugador que todos esperaban.
🗓️ (23/03/2025)

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