Tenía 20 años y apenas era un revulsivo en el Arsenal, recién llegado de una cesión. Solo había disputado tres partidos con el primer equipo gunner cuando Jermaine Pennant decidió, la víspera de un encuentro, salir de fiesta a una gala de la revista FHM. La celebración se alargó hasta las siete de la mañana y el extremo inglés estaba citado a las diez en la ciudad deportiva. Nada más llegar, Arsène Wenger leyó la convocatoria: era titular.
“Pensé que tenía que idear algo para no jugar. Solo había dormido dos horas y tenía una resaca de querer morirme. Creía que, como mucho, Wenger me daría cinco o diez minutos al final”, contaría años después.
Aquel día, el Arsenal ganó 6-1. Pennant firmó un hat-trick -los únicos goles que marcó con la camiseta gunner- y Wenger solo lo sustituyó en el descuento, para que recibiera la ovación del público.
Jermaine Pennant nunca lo tuvo fácil. Su infancia fue durísima. Su madre lo abandonó cuando era niño, y quedaron solo él, su padre… y el barrio. Nació y creció en The Meadows, Nottingham, uno de los lugares con mayor índice de pobreza del Reino Unido desde hace décadas. Gary Pennant hizo todo lo posible por poner un plato caliente sobre la mesa, hasta que un día cayó en lo que abundaba en cada esquina: la droga.
“Me cuidó siempre que pudo… hasta que se volvió adicto. Entonces me quitaba el dinero que me regalaban en mi cumpleaños para conseguir una dosis de lo que fuera”, recordaría Jermaine.
Sin colegio, y años después confesando ser analfabeto, al joven Pennant solo le quedó el fútbol. Ingresó en la academia del Notts County a los nueve años y, a los catorce, se mudó a la residencia del club, escapando de aquella vida sin rumbo. Solo un año después, con quince, Sam Allardyce le hizo debutar como profesional en la FA Cup. Poco después, Wenger decidió ir con todo por aquel chico que lo había maravillado cada vez que lo veía jugar.
Pero la vida alocada de Pennant -y todo lo que le rodeaba- le impidió triunfar como gunner. Tras varias cesiones en Premier y pese a brillar con la selección U21, Wenger decidió dejarlo marchar al ver que ese chico hacía cosas que podían pudrir su vestuario. Como aquella vez que fue detenido tras estrellar su coche y dar positivo en un control de alcoholemia. Como no tenía carnet -se lo habían retirado- decidió identificarse ante la policía como Ashley Cole. Pennant acabó en prisión durante 30 días, además de cumplir medio año de arresto domiciliario… y llegar a jugar al fútbol con una tobillera electrónica. Paralelamente, su padre, Gary Pennant, también ingresaba en prisión, aunque por tráfico de drogas.
Después pasó por el Birmingham, donde firmó una gran temporada, y eso le abrió las puertas de otro grande: el Liverpool. Lo tenía todo, pero a la vez nada. “Llamé a mi agente y le dije que me solucionara lo que me pasaba porque no lo entendía. Tenía dinero, una novia, mis amigos, jugaba al fútbol en el club de mi vida… y me sentía infeliz”, confesó. Pennant no lo sabía entonces, pero había empezado a lidiar con problemas de salud mental. Era el inicio de una depresión.
Tras tres años como red, su relación con Rafa Benítez se deterioró hasta el punto de acabar saliendo por la puerta de atrás. Su destino parecía ser España, y de hecho, llegó a firmar un precontrato con el Real Madrid. Pero el técnico Juande Ramos se echó atrás en el último momento. “Prefirió a Faubert, cuando yo ya había firmado, y todo se cayó”, recordó. El bueno de Jermaine terminó, finalmente, en Zaragoza.
En Zaragoza se hizo más célebre por sus fiestas que por su fútbol. Se le veía más en las discotecas que en el campo. Y el día que se marchó dejó una anécdota para el recuerdo. Era 31 de agosto, la Premier cerraba su mercado y él debía regresar a Inglaterra para firmar con el Stoke City. A punto de perder el tren, condujo su Porsche verde por las calles zaragozanas, lo dejó en el parking de la estación y subió corriendo al tren que lo llevaba a Madrid para tomar el vuelo a casa. El coche permaneció allí más de seis meses, acumulando una tarifa de aparcamiento astronómica. Dice la leyenda que Pennant se olvidó por completo de su coche, aunque él lo niega: asegura que nunca se habría olvidado de su “ojito derecho”.
Terminó sus días en el fútbol sin pena ni gloria, muy lejos de lo que pudo haber sido. Nunca jugó con la absoluta de Inglaterra, y por ascendencia, Jamaica intentó reclutarlo para su selección. Más tarde se marchó a la India, y poco antes de colgar las botas, volvió para jugar en la sexta división inglesa. Lo echaron después de grabar un vídeo sexual, y entonces decidió dejar el fútbol por completo. Su siguiente paso fue participar en Gran Hermano británico.
Con el tiempo, Pennant ha tratado de ayudar a otros que pasen por lo mismo. Admitió haber sufrido depresión y ser alcohólico durante gran parte de su vida. Un estudio médico determinó que alguien con su perfil -un chico con TDAH, criado en un entorno como el suyo- tenía un 90% de probabilidades de desarrollar alcoholismo, depresión o tendencias suicidas. Por eso, aquel joven alguna vez señalado como el “chico malo” del fútbol inglés, hoy busca limpiar su nombre y, sobre todo, concienciar sobre la cantidad de personas que crecen en entornos tan complicados como el que le tocó a él.
🗓️ (17/10/2025)