No ha pasado tanto tiempo desde aquel hat-trick de DJ Campbell que enmudeció The City Ground y llevó al Blackpool de Ian Holloway a la final del play-off en Wembley. Tampoco queda tan lejos aquella remontada frente al Cardiff, con Brett Ormerod firmando el gol decisivo que selló un ascenso inesperado para los Seasiders.
Menos aún ha pasado desde que Charlie Adam deslumbró con su zurda en la Premier League, conquistando a media Europa con su talento, aunque sin poder evitar un descenso que se combatió hasta el final con entrega y dignidad. Por desgracia, tan solo unos meses después, se consumó uno de los descensos a League One más dolorosos y previsibles que se recuerdan en la Football League.
Temporada 2014/15. El Blackpool se convirtió en un reflejo del caos. Un equipo infectado por los males que generó la tiranía impuesta por la familia Oyston. A escasos días del inicio del campeonato, José Riga, técnico de los Tangerines en ese entonces, contaba con apenas seis jugadores en plantilla. Sí, seis. No es exageración.
Aunque su participación en el debut liguero -precisamente en The City Ground, escenario de una de las gestas más recordadas del club- estuvo en duda hasta último momento, Riga logró completar una convocatoria. Lo hizo con un grupo improvisado: jugadores a prueba, futbolistas sin contrato, y una avalancha de cesiones.
Y es que no había ni un solo céntimo. El club estaba en la ruina, y nadie quería vestir una camiseta que, más que una oportunidad, parecía una condena. El Blackpool carecía de proyecto, de rumbo, y de recursos hasta para lo más básico: ni siquiera podían pagar a quienes trabajaban en la lavandería. Los futbolistas, si querían desayunar en Bloomfield Road, debían llevar su propia comida desde casa. En un episodio que roza lo surrealista, el portero Joe Lewis tuvo que pedirle a un aficionado que le devolviera una camiseta firmada por él mismo, ya que no tenía otra para disputar el encuentro. Y así jugó, con una elástica que llevaba su propia rúbrica estampada.
Todo esto no era más que el preludio del desastre. El descenso llegó con varias fechas de anticipación, como si el guion estuviera escrito desde el primer día. Y entonces, en la última jornada del Championship 2014/15, fue el turno del público. Primero, intentaron vaciar las gradas en señal de protesta. Después, simplemente dijeron basta. Invadieron el campo y suspendieron el partido, que hasta el día de hoy sigue sin resultado oficial.
Pero si algo no se pudo frenar fue la tormenta que se avecinaba en los despachos. El verano fue un hervidero de tensión. Neil McDonald asumió el mando tras la salida de un agotado Lee Clark, que se marchó sin energía ni crédito. McDonald intentó hacer lo que pudo: reconstruir desde las cenizas, otra vez sin dinero para fichajes. Nuevamente, el Blackpool se llenó de futbolistas libres, cedidos y descartes. Otra vez, señalado como candidato al descenso. Otra vez, sumido en la incertidumbre.
Y es que parece que la pesadilla Tangerine está a punto de repetirse. Colista en la presente temporada de League One, el Blackpool se tambalea entre una crisis institucional y deportiva que no deja resquicio para el optimismo. A la deriva. Sin velas, sin barca, sin timón. Y, lo que es peor, sin aliento. La parroquia ya no cree. Se ha desgastado. No quedan fuerzas ni ilusión. Solo queda la esperanza de un milagro: ese que logre expulsar de sus asientos a unos propietarios que han pisoteado al club y traicionado sus valores más esenciales.
Porque hablamos de un club al que, no hace tanto, vieron codearse con los mejores. De un equipo humilde, pero honesto y respetado. Un club que no merecía semejante desprecio. Un club que, si nadie lo remedia, puede terminar cayendo de la Football League… y quién sabe si desapareciendo para siempre del mapa futbolístico.
✍️ Pablo Cartas
🗓️ (03/09/2015)

Redacción Ligas Menores
