OTRA COPA PARA VARDY

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En la vida nocturna hay dos tipos de personas: los que aprovechan cualquier excusa para irse a casa y los que necesitan que alguien les recuerde que ya amaneció y que, tal vez, solo tal vez, es hora de dormir. En el fútbol pasa algo parecido. Jamie Vardy pertenece al segundo grupo. Al bando bueno.

En el año del éxodo a Arabia Saudí, Jamie Vardy eligió quedarse. Pese al descenso del Leicester City, sintió que su misión aún no había terminado. Le costó demasiado llegar a ese pub como para marcharse temprano. Sírvanle otra copa: Vardy no se baja de esta fiesta.

Su camino hacia la élite no fue nada común. Tuvo una infancia difícil. Su padre biológico abandonó el hogar cuando Jamie aún usaba pañales -según él, porque embarazó a otra mujer. Fue Phil Vardy, la nueva pareja de su madre, quien lo crió como si fuera suyo. Tanto así, que Jamie decidió adoptar su apellido y borrar el del hombre que lo dejó atrás.

La adolescencia de Jamie tampoco fue fácil. Fanático del Sheffield Wednesday, formó parte de sus inferiores hasta que, con apenas 16 años, fue descartado por el club. Tuvo que dar un par de pasos hacia atrás y encontró refugio en el Stocksbridge, un modesto equipo amateur de Sheffield. En 2007 debutó con el primer equipo, pero ese mismo año fue detenido tras una pelea en un pub. Durante seis meses jugó con una tobillera electrónica y bajo un estricto toque de queda.

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Mientras tanto, Vardy no dejaba de hacer goles, mientras trabajaba en una fábrica de férulas para salir adelante. En 2010 firmó con el Halifax Town y, tras dos temporadas brillantes (28 goles en 41 partidos), el Fleetwood Town puso los ojos en él. Con los Cods también deslumbró. Fue figura clave en la campaña 2011/12, marcando 31 goles en 36 partidos y logrando el ascenso a League Two. Un rendimiento que convenció al Leicester City, que ese verano hizo el fichaje más caro de la historia por un jugador fuera de la Football League.

Su adaptación no fue fácil. Pasó, sin escalas, de la quinta división a la Championship. En su primera temporada con los Foxes apenas anotó 5 goles en 29 partidos. Pero era solo el inicio de algo mucho más grande. Bajo el mando de Nigel Pearson comenzó a construirse el núcleo que, años después, levantaría la Premier League: Vardy, Kasper Schmeichel, Wes Morgan, Danny Drinkwater, Andy King, Matty James, Jeffrey Schlupp. Como dato curioso, en aquella etapa también compartió minutos con un joven Harry Kane, cedido por el Tottenham.

Ya en su segunda temporada, el bueno de Jamie firmó 16 goles y fue clave en el ascenso a la Premier League. Pero lo que realmente cambió su carrera fue la llegada de Claudio Ranieri al Leicester en 2015. El entrenador italiano apostó por él como delantero centro titular -una decisión arriesgada y muy cuestionada en su momento-, pero Vardy respondió como lo hacen los grandes: con goles, sacrificio y entrega. El resto, como todos sabemos, es historia.

Jamie Vardy es un romántico del fútbol. Uno de los últimos ‘working class heroes’ del balompié inglés. Su camino hacia la élite ha estado plagado de trabas y complicaciones, y eso explica por qué hoy sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: marcar goles, disfrutar del juego y defender con alma la camiseta que siente como suya. No lo mueve el dinero, ni la fama tardía. Lo mueve el amor por el juego y la lealtad a los suyos. Su Leicester rompe récords en Championship, con él como capitán y referente en ataque. Vardy no va a traicionar a su clase: la de los obreros del fútbol.

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Jamie Vardy es el máximo representante en la historia del Leicester City. Más allá de sus números brillantes y los títulos que respaldan su legado, lo que lo convierte en ídolo eterno es cómo encarna la esencia misma del club. Vardy no solo juega para el Leicester, es el Leicester. Un ‘zorro’ hecho y derecho: pícaro, audaz, valiente. Su estilo de juego, su manera de celebrar frente a las tribunas rivales, su look desprolijo y rebelde, esa mirada desafiante… Todo en él grita identidad. Es el reflejo del hincha en el césped. Un símbolo vivo del club y de su gente.

Vardy tiene “calle” y tiene códigos. En los momentos donde más brilló, cuando fue campeón de liga en 2015/16 o cuando se coronó como Bota de Oro en la 2019/20, tuvo la chance de irse. Las ofertas llegaron, incluso de clubes con mejor presente deportivo. Pero él nunca se movió. Nunca le tembló el pulso. No lo sedujo el dinero, ni el estatus. Su gloria siempre estuvo en Leicester, su casa, el lugar donde siempre se sintió querido. Ni el reciente descenso a Championship ni las propuestas millonarias desde Arabia lograron torcerle la voluntad. Lo suyo es amor verdadero. A la camiseta, al escudo, a su gente.

Es por esas cosas que no salen en los resúmenes de goles ni se contabilizan en los títulos, que Jamie Vardy se ha convertido en la persona más querida y trascendental en la historia del Leicester City. Su impacto va más allá de lo estadístico. Más allá incluso de leyendas como Gary Lineker o Gordon Banks, íconos absolutos con la selección inglesa. Porque Vardy no solo representa al club: lo encarna.

Con 36 años, Jamie Vardy está llegando al final de una carrera llena de logros que, aunque empezó tarde, lo consagraron como una de las grandes leyendas del fútbol. Desde su llegada al Leicester City, lo hizo con el sueño de un ascenso, pero la vida le tenía reservada una historia aún más grande. Más allá de lo que suceda en la temporada actual, su legado ya está marcado con letras doradas: una Champions League, una Premier League y hasta un ascenso a Championship. Sin duda, el mejor de todos los tiempos del Leicester City Football Club, para siempre.

✍️ Iker Valverde

💻 Juani Guillem

🗓️ (24/11/2023)

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Redacción Ligas Menores

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