La temporada 2020/21 quedará grabada con letras doradas en la historia del McDiarmid Park. El St. Johnstone conquistó su primera Scottish League Cup tras 137 años de existencia. Los Saints ya habían alcanzado la final en dos ocasiones anteriores -en 1970 y 1999-, cayendo derrotados en ambas. Pero, como dice el refrán, a la tercera fue la vencida.
La final de esta edición se presentaba como una auténtica rareza: ni Celtic ni Rangers lograron colarse en el partido decisivo. En su lugar, dos equipos modestos, sin grandes masas sociales ni tradición en este tipo de citas, se habían ganado con todo merecimiento el derecho a pelear por el título. Tanto Livingston como St. Johnstone firmaron una temporada que fue de menos a más, superando ampliamente las expectativas iniciales.
Ambos conjuntos comenzaron el curso con dudas, pero con el paso de las jornadas encontraron su mejor versión. El premio: un billete inesperado a una final histórica.
El duelo en los banquillos también añadía un atractivo especial. Dos técnicos debutantes, que vivían su primera temporada al frente de sus equipos, se medían en busca de la gloria.
Callum Davidson, vinculado al cuerpo técnico del St. Johnstone desde 2014, tomó las riendas tras la salida de Tommy Wright en verano y supo reconducir el proyecto. En el caso de David Martindale, lo suyo roza lo cinematográfico. Tras cumplir cuatro años de prisión por tráfico de cocaína y blanqueo de dinero, la directiva del Livingston apostó por él en un momento crítico. Desde entonces, el equipo ha firmado una espectacular remontada, con 11 victorias en sus últimos 17 partidos, que les ha catapultado al top 6 de la liga.
Siempre se ha dicho que las finales no se juegan, se ganan. El St. Johnstone se tomó ese mantra al pie de la letra y lo ejecutó con precisión quirúrgica. Porque, desde el punto de vista futbolístico, la final dejó mucho que desear: poco juego ofensivo, escasos destellos de calidad y apenas cuatro disparos a puerta, todos nacidos de acciones a balón parado.
El gol que inclinó la balanza llegó a la media hora de partido. Shaun Rooney, aprovechando un saque de esquina mal defendido por la zaga amarilla, cabeceó el balón al fondo de la red para desatar la euforia de los Saints.
Con el marcador a favor, los de Callum Davidson manejaron el encuentro a su antojo. Apostaron por la posesión sin riesgos, hicieron correr a un Livingston cada vez más desgastado y, sobre todo, mantuvieron un orden defensivo impecable. Los de Martindale no lograron inquietar ni una sola vez al portero rival. Lo intentaron por todos los medios, pero se toparon siempre con un muro infranqueable.
El St. Johnstone firmó una actuación impecable en lo táctico y terminó levantando la copa con absoluta justicia. Y si hubo un nombre propio que sobresalió por encima del resto, ese fue el de Shaun Rooney. El atacante escocés, que comenzó la temporada por detrás de Melamed y O’Halloran, aprovechó cada oportunidad hasta convertirse en pieza clave. Su envergadura y juego aéreo lo han vuelto letal a balón parado: marcó el gol decisivo en semifinales ante el Hibernian y volvió a aparecer en la final para regalarle a los suyos una alegría histórica.
Esta machada supone una inyección de moral tremenda para el St. Johnstone. Aunque aún no tienen asegurada la permanencia, el equipo viene plantando cara a todos sus rivales, sumando puntos ante adversarios directos y consolidándose como uno de los conjuntos más en forma del campeonato.
Después de conquistar la Scottish Cup en 2014 y representar con dignidad a Escocia en la Europa League durante varias temporadas, el modesto club de la ciudad de Perth continúa agrandando su legado. Lejos de acomodarse, sigue escribiendo capítulos dorados en su ya dilatada historia. Sus aficionados pueden sentirse profundamente orgullosos.
🗓️ (01/03/2021)

Redacción Escocia
