Nunca debutó con el Millwall, pero todos creían haber encontrado a la próxima estrella mundial. Nadie le vio jugar, pero todos le conocían. Ídolo imaginado, goleador de ficción, leyenda en cada partida. Todos tienen su versión. Solo él conoce la verdad: la vida real de Cherno Samba.
Nacido en Banjul, Gambia, la familia del joven Cherno se mudó al Reino Unido cuando él tenía apenas seis años. Tras una breve parada en Watford, Londres les abrió sus puertas para echar raíces. Allí, mientras correteaba tras el balón, Cherno descubrió un mundo muy distinto al de su tierra natal, casi sacado de ‘This is London’. El fútbol fue su refugio frente a un entorno marcado por las drogas y las pandillas.
Así comenzó la carrera de un niño prodigio que, con solo trece años, rompía todos los registros: 132 goles en 32 partidos con la academia de St Joseph en Blackheath, superando incluso un récord nacional de Michael Owen. Cherno Samba prometía, y así lo reflejaba Championship Manager, el mítico simulador de fútbol -antecesor del actual Football Manager- que lo convirtió en leyenda antes de pisar el césped como profesional.
Cherno se convirtió en un auténtico fenómeno. Sabía lo que significaba ser un ícono de videojuego, pero todo resultó demasiado confuso para un chico que aún estaba madurando. “Llegué al punto en que, incluso jugando partidos reales con el juvenil del Millwall contra Chelsea o Arsenal, intentaba replicar mis estadísticas del juego”, contaría años después en FourFourTwo.
Todo ocurrió muy rápido. La academia del Millwall le ofrece un contrato, y los gigantes de Inglaterra empiezan a llamar a la puerta. Su futuro parecía listo para despegar. Entre Manchester United, Arsenal y Liverpool, la decisión no era sencilla. Pero la insistencia de los Scousers -y una llamada de Michael Owen- marcaron la diferencia. “Estaba en el autobús escolar cuando sonó mi teléfono. Era Owen. Mis compañeros se volvieron locos. No me creyeron hasta que lo puse en altavoz”.
Pero si todo fue veloz, también fue complicado. La oferta del Liverpool no convenció a la directiva del Millwall, y tras dos semanas de idas y vueltas -con Cherno al margen, sin saber nada- las negociaciones se rompieron. Cuando su padre se lo contó, ese Cherno de 15 años no podía creerlo. Aquel día marcó el inicio de una larga oscuridad… y el final de su carrera prodigiosa.
Cherno seguía marcando goles en el mundo virtual. Seguía siendo una leyenda. Pero la realidad estaba en las antípodas del Championship Manager. La presión pesaba, y el ambiente en Millwall se volvió cada vez más tóxico. Nunca llegó a debutar con el primer equipo, pese a ser uno de los mejor pagados de la academia. Con 19 años, su contrato terminó sin gloria.
Fue entonces cuando apareció Cádiz. Alberto Benito, su director deportivo, lo había descubierto… en el videojuego. El club andaluz, por entonces en Segunda División, buscaba el ascenso. Y Cherno aceptó el reto. “Era el sueño de cualquier joven: vivía frente al mar, hacía buen tiempo, buena comida, y el estilo de fútbol me gustaba. Me pagaban bien. Fue un momento fascinante para dar ese paso”, recordaría después.
Pero pronto todo se torció. Juventud, soledad y dificultades de adaptación rodearon al delantero, que ya no disfrutaba de lo que un día fue su pasión y su salvación. En dos años, apenas sumó minutos, aunque se ganó el cariño de los aficionados en actos del club. Mientras tanto, en silencio, empezó su verdadera lucha: la depresión. “A los tres o seis meses empecé a sentirme aislado. Volví a pensar en el fichaje fallido con el Liverpool. No podía dormir, y cuando lo hacía, tenía pesadillas”.
Hasta que un día despertó en el hospital. Un compañero lo encontró inconsciente en la sala de fisioterapia del club. Había intentado acabar con su vida con una sobredosis de pastillas. Pocos lo supieron entonces. Años más tarde, lo contó todo en su libro: “Escribirlo fue mi terapia. Por fin dejé fluir lo que sentía. Y, una vez empecé… no pude parar”.
Aquel Cádiz acabaría ascendiendo al final de la temporada 2004/05 bajo la dirección del uruguayo Víctor Espárrago, pero la alegría del vestuario no coincidía con los sentimientos de Cherno. Desde allí comenzó un desafortunado periplo: cedido al Málaga B, luego de regreso a Inglaterra, con pasos breves por el Plymouth Argyle y el Wrexham. Más tarde vendrían experiencias fugaces en el Haka (Finlandia), el Panetolikos (Grecia) y el modesto Tonsberg (Noruega), donde colgaría las botas. Tenía solo 26 años.
Pero su vida no se alejó del todo del fútbol. Consciente de todo lo vivido en su breve carrera, Cherno decidió dedicarse a formar jóvenes en academias inglesas, centrándose en algo que él conocía de primera mano: la salud mental. La otra cara del éxito. Esa que vivió en silencio y que hoy no duda en visibilizar. A través de la literatura, encontró su voz. “Todo el mundo puede atravesar una depresión. Hay subidas y bajadas en la vida. No importa tu profesión. Lo importante es abrirse, hablar con alguien: tu madre, tu padre, un amigo, un gato o una rana. Tienes que hablar. Es esencial”.
Una lucha silenciosa. Un silencio que, al romperse, abrió los ojos a todos los que alguna vez celebraron sus goles… aunque solo fuera en una pantalla.
🗓️ (11/06/2025)

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