En el fútbol nada está decidido. Nadie espera que su estrella se lesione, ni que su equipo realice una temporada de una determinada manera (acepto ambas versiones, la positiva y la negativa), etc. Son posibilidades que pueden pasar. Sin embargo, en Inglaterra hay dos ciudades que nunca se pensaban que esto llegase a ocurrir.
Cercano al bosque de Nottingham, el hogar de Robin Hood, se sitúa una ciudad no muy conocida. Aunque sus enfrentamientos con el Nottingham Forest son míticos, existe una historia que pocos conocen. Se esconde en un rincón del baúl del desván, lleno de polvo y telarañas. Acabo de limpiarlo. Es hora de contar la historia.
En 1908, el fútbol inglés ya se consideraba profesional y el Derby County buscaba nuevo hogar para sus jugadores. Se adquirieron los terrenos del Baseball Ground. Eso implicó que una familia de gitanos que habitaba por allí se marchase … no sin antes dejar un recado. Los gitanos maldijeron al Derby para que no pudiesen ganar ningún título en su historia. En las siguientes seis campañas no consiguieron vencer ni en liga, ni en FA Cup.
La situación era insostenible. En 1946, la directiva decidió que el capitán del equipo, Jack Nicholas, hablase con la familia de gitanos para levantar la maldición. Los zíngaros le ofrecieron una moneda que todos los jugadores debían poner en su mano para atraer buena suerte. Todo esto se realizó para poder ganar la final de FA Cup frente al Charlton Athletic. El Derby… ganó, por 4-1. La maldición había desaparecido.
El siguiente caso es parecido. En el año 1906, el Birmingham City decidió cambiar de estadio. Era hora de buscar unos terrenos capaces de acoger a la multitud. Se adquirieron los terrenos del barrio de Bordesley. La nueva cancha se denominaría St. Andrews Stadium. Allí, residía una familia de gitanos. La situación no hizo especialmente gracia a los antiguos habitantes.
La familia dejó caer una maldición sobre el club de 100 años. Excepto una Capital One Cup, en 1963, el Birmingham no fue capaz de conquistar ningún trofeo. Se consagró como un equipo con una reputación de numerosos ascensos. Varios entrenadores intentaron contrarrestar el conjuro. Ningún método fue efectivo.
Ron Saunders colgó crucifijos en cada poste de luz del campo para espantar a los malos espíritus. Se dice que Barry Fry, uno de los mejores directores técnicos de Inglaterra, orinaba en las aberturas de las puertas del estadio antes de cada partido. Curiosas formas, que poco a poco espantaron a la maldición. El último trofeo del Birmingham fue en 2011. Una Capital One Cup, frente al Arsenal.
Las maldiciones no están ajenas al mundo del fútbol. En estos casos, para gracia de ambos conjuntos, han desaparecido. O quizás nunca existieron y solo fue un pensamiento negativo. Eso depende de cada persona.
✍️ Pablo Cartas
🗓️ (11/04/2016)