LUKAKU, DEPREDADOR DEL ÁREA

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Llevamos casi una vida escuchando su nombre y, sin embargo, Romelu Lukaku solo tiene 22 años. Se está haciendo un hombre a base de goles, tallando su leyenda en las páginas más brillantes del fútbol contemporáneo. Hace apenas mes y medio, el delantero belga -de raíces congoleñas- alcanzó la cifra de 100 goles como profesional, un hito que a su edad solo habían superado tres monstruos del gol: Ronaldo Nazário, Raúl y Neymar.

Por entonces, algunos minimizaban su logro, argumentando que la mitad de esos goles los había marcado en Bélgica, una liga considerada menor -sin reparar, claro, en que Ronaldo y Neymar habían hecho lo propio en Brasil. Pero Lukaku no se detuvo ahí. El actual delantero del Everton alcanzó hace unas jornadas los 50 goles en Premier League con apenas 22 años y 192 días. Solo tres nombres le superan en precocidad: Robbie Fowler, Michael Owen y Wayne Rooney. Ni Shearer, ni Kane, ni Henry, ni Yorke, ni Cole… Casi nada.

Y si hace poco hablábamos del fenómeno Jamie Vardy -14 goles, 11 jornadas seguidas marcando y contando-, solo Romelu Lukaku parece capaz de seguirle el ritmo en la lucha por el pichichi. Suma ya 10 tantos y cuatro asistencias, un combo letal. Desde que debutara con el Anderlecht con apenas 16 años, su evolución ha sido notable. Más de 30 goles en sus dos primeras campañas bastaron para que los gigantes del fútbol europeo pusieran sus ojos sobre aquel adolescente que jugaba contra hombres que podrían ser sus padres… y los dominaba con una superioridad física abrumadora.

Aunque el Real Madrid -rey de los grandes mercados- sonaba como principal favorito para hacerse con sus servicios, fue el Chelsea de Abramovich quien lo fichó, desembolsando 23 millones de euros. “Es asombroso jugar al lado de Terry y Lampard. He soñado con esto desde que tenía 10 años”, decía Lukaku en su presentación, con ese discurso habitual del recién llegado, aunque en su caso parecía de verdad. En Stamford Bridge le tocó compartir delantera con Drogba -su espejo, su ídolo, su referente-, pero también con Torres, Sturridge, Anelka, Kalou o Eto’o. Demasiados gallos en el corral.

No logró asentarse. Demasiado joven, demasiada competencia. Apenas tuvo oportunidades, y tras un año a la sombra, se marchó cedido en busca de minutos. El West Bromwich Albion fue su destino y su trampolín: 17 goles como carta de presentación en la Premier. Pero ni con eso convenció a Mourinho, que prefirió dejarlo salir. Entonces apareció Roberto Martínez, que lo reclutó para liderar el ataque del Everton, al norte del río Mersey, donde encontró el contexto perfecto para explotar todo su potencial.

Primero llegó cedido, luego fue adquirido en propiedad por 35 millones de euros. Lukaku afronta ya su tercera temporada en Goodison Park, donde por fin ha encontrado lo que todo delantero busca: confianza, continuidad y un entorno que lo valora. Se marchó del Chelsea sin saber siquiera lo que era marcar un gol con la camiseta Blue en partido oficial. Y es bajo la tutela de Roberto Martínez donde ha florecido como un delantero total, uno de los más completos del campeonato. Cuánto daría hoy Mourinho por tenerlo en sus filas: Diego Costa le genera más dolores de cabeza que soluciones, no confía en Rémy y Falcao, lesionado y en declive, está a años luz de su mejor versión.

Lukaku ha terminado con el eterno debate de la delantera belga, inclinando la balanza a su favor por encima de Benteke. Incluso ha desmontado el mito de que no puede compartir ataque: lo hace con soltura y eficacia en el Everton junto a Arouna Koné, su gran aliado en el frente ofensivo. Lo abastece, lo asiste, lo potencia. Porque sí, Lukaku es un goleador voraz -48 goles entre las dos últimas temporadas y lo que va de la actual-, pero también es generoso: suma ya 23 asistencias en ese mismo periodo. Completo, maduro y cada vez más decisivo.

Participa en casi todos los goles del equipo, es el epicentro del ataque del Everton. Romelu Lukaku no solo anota: filtra pases con precisión, se asocia en corto, fija centrales, habilita a jugadores como Barkley o Deulofeu con dejadas milimétricas y genera espacios con sus movimientos sin balón. Su presencia impone respeto. Por arriba gana, por abajo revienta redes con su zurda, y no hay rechace que no huela a gol si él anda cerca. Es, sin discusión, uno de los delanteros más completos y temidos de la Premier League. Y con él, los Toffees no solo compiten: sueñan. Tenerlo lo cambia todo. Eleva las expectativas, obliga a mirar más arriba.

Sin embargo, el futuro de Lukaku en Goodison Park está rodeado de incertidumbre. El elevado precio que pagaron por él en su día complica una salida rápida: no regalarán a su estrella. Y aunque el belga está cómodo, muy cómodo en el norte de Liverpool, su talento desborda los límites de un club que aún lucha por consolidarse entre los grandes. Él lo sabe. Ya probó suerte prematuramente en la élite y no quiere otro traspié. Pero cuando el talento rebosa, el mercado llama. Y Lukaku está preparado. Porque ya no es una promesa: es una realidad con hambre de gloria.

Del Everton depende no solo retener a Lukaku, sino construir a su alrededor un proyecto ambicioso. Mantener a pilares como Barkley, Stones o Coleman es el primer paso; el segundo, fichar con inteligencia, sumar talento real y no quedarse corto en aspiraciones. Porque Lukaku ya no espera, exige. Él quiere crecer junto al club, sí, pero con objetivos reales: escalar peldaños, mirar cara a cara al ‘Big Four’, competir en Europa. Otra temporada de transición no bastará. El belga es demasiado bueno para anclarse en el conformismo. Y si el Everton no da el salto, él lo hará. Porque los goles llaman a la gloria, y Lukaku lleva rato gritando.

✍️ Diego García Argota

💻 Juani Guillem

🗓️ (02/12/2015)

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Redacción Premier League

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