Recientemente leí una entrevista de un jugador que, tras llegar un nuevo entrenador, comentó: “se nota que ha sido futbolista de alto nivel porque conoce el funcionamiento de un vestuario”. Aún hoy hay quienes creen que haber sido un gran futbolista es un ‘plus’ para triunfar en los banquillos. Sin embargo, existen muchos ejemplos de excelentes entrenadores que nunca fueron grandes jugadores, o que fueron futbolistas del montón, lo que pone en duda esa idea.
De Mourinho a Benítez, pasando por Wenger y llegando hasta Bielsa… hay argumentos suficientes para debatir sobre ese eslogan.
Quiero centrarme en tres ejemplos, y uno de ellos es el ex entrenador del Southampton y recientemente contratado por el Charlton Athletic, Nigel Adkins. Quien no conozca su historia podría pensar que se trata del típico entrenador inglés, pero nada más lejos de la realidad.
Adkins, que jugó como portero en el Tranmere Rovers, Wigan y Bangor City, empezó su carrera como entrenador en el equipo galés. Fue jugador-entrenador desde 1993 hasta 1996. Diez años después, dio sus primeros pasos en Inglaterra. Su primera experiencia fue en el Scunthorpe, donde trabajaba como fisioterapeuta. La destitución del entonces entrenador, Brian Laws, le abrió la puerta al banquillo. Cabe señalar que llegó más por casualidad que por convicción del presidente del club.
En las gradas del estadio, coreaban: “¿quién necesita a Mourinho si tenemos al fisio?”. Nigel Adkins devolvió ese cariño ascendiendo al equipo a la Championship, 40 años después de su última participación en la segunda categoría del fútbol inglés.
Sin embargo, fue en el Southampton donde Adkins realmente dejó su huella. Llevó al equipo de la League One a la Premier League… ¡en tan solo dos años!
Llegar a la máxima categoría del fútbol inglés siendo fisioterapeuta no es algo nuevo. Bob Paisley, quizás el entrenador más exitoso de la historia del fútbol, comenzó su carrera como fisioterapeuta del Liverpool. Pero el nombre que más me llama la atención, tal vez por ser más desconocido (aunque igualmente exitoso), es el de Bertie Mee.
Mee fue un jugador mediocre que jugó algunos partidos con el Derby County y el Mansfield Town antes de darse cuenta de que su futuro no estaría en el campo. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en el Army Medical Corps, alcanzando el rango de Sargento, y fue destinado en lugares como Egipto. Allí, organizó partidos de fútbol para mantener alta la moral de las tropas. Curiosamente, Bob Paisley también formó parte del ejército y fue uno de los primeros en llegar a Roma en un tanque para liberarla del acoso nazi.
En aquellos partidos, Mee aprendió a gestionar grupos de personas. Además, él mismo jugó con el gran Bolton Wanderers de la Guerra, un equipo que ofrecía giras de exhibición durante ese período y que inspiró una película sobre sus hazañas.
Después de la Guerra, dejó el ejército y comenzó a dirigir un centro de rehabilitación en Camden Road, al que acudían muchos jugadores profesionales para tratar sus lesiones. Durante esta etapa, Mee se ganó la reputación de ser el mejor fisioterapeuta del país, lo que llevó al Arsenal a reclutarlo como jefe de fisioterapia en 1960.
En ese momento, el Arsenal atravesaba una crisis; su último título databa de 1953. El club recurrió a Billy Wright, un mito del Wolverhampton y el primer futbolista en alcanzar las 100 internacionalidades, pero el legendario ex defensa no pudo revertir la situación. No se sabe quién tuvo la idea de ofrecerle el puesto a Bertie Mee, pero lo que no sabían es que él transformaría al club. La expectación era tal que solo cuatro periodistas asistieron a la rueda de prensa de su presentación.
Bertie Mee fue el primer gran entrenador en un club que triunfó sin haber sido jugador profesional. Fue tan innovador que, entre otras cosas, fue el primero en grabar los partidos con cámaras situadas en el techo del estadio. Además, obligaba a los canteranos a estudiar para que no desperdiciaran su vida si no llegaban a ser profesionales. Su llegada al Arsenal no implicó un éxito inmediato; asumió el cargo en 1966 y no ganó la UEFA hasta 1970. Sin embargo, la directiva lo respaldó de manera incondicional, lo que derivó en la famosa frase que se repetiría durante esos años: “No contratamos managers para diez minutos”. Incluso sufrió una derrota en la final de la League Cup contra el Swindon Town.
El respaldo de la directiva resultó acertado, ya que un año después de esa derrota ganaría la UEFA y, en la temporada 1970/71, conseguiría el doblete, convirtiéndose en el último entrenador inglés en lograrlo.
El futbolista, por lo general, es egoísta. Tras el cambio de entrenador, puede atribuir la mejora del equipo a la experiencia del nuevo técnico, sin importar su éxito como jugador. Si lo cesan, las excusas se multiplican: el vestuario estaba dividido, no se entrenaba lo suficiente, etc. Sin embargo, Bertie Mee y muchos otros demostraron que no hace falta triunfar en el campo para tener éxito detrás de la línea de cal. De fisioterapeuta al éxito en los banquillos.
✍️ Raúl Sánchez
🗓️ (09/04/2021)

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